Palabras huecas

El horno de palabras

Conocí a un hombre que tenía un horno de palabras.

-Hacemos una masa con todas esas cosas sin nombre que nos bailan aquí dentro -me explicó señalándose el pecho- y la metemos en el horno.

Y del horno salen hornadas y hornadas de palabras. Palabras dulces de masas madres y palabras ácidas de masas amargas. Palabras tiernas y frescas y palabras endurecidas de corteza pétrea y cortante.

Y la gente viene desde lejos a buscar palabras recién hechas. Todo tipo de palabras. Hacen largas y silenciosas colas esperando encontrar la palabra justa, la palabra precisa que les ayude a calmar su ansia. Vienen a llevarse por fin una palabra a la boca y así poder después decirla. O gritarla. O suplicarla.

-Porque ahora todo se lo encargamos a las palabras -me explicó el hombre del horno de palabras.

Palabras con las que pretendemos, diciéndolas, dejar hecho lo que solo las cosas que no tienen nombre podrían hacer. Porque sobran palabras donde queda algo por hacer.

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