Desde esta escalera veo hombres bajándose en la luna.
Y la enorme trucha que mi padre pescó con un arpón. Veo la luz de una linterna perdiéndose en la profundidad de aquella poza debajo del puente y veo la sombra del pez cayendo en el engaño. Burbujas veloces atravesando el agua para convertirla en sangre. Verano de 1969.
Veo a mis hermanos escapándose con una cuerda por esas ventanas. De mi abuelo. Se escapaban de mi abuelo que criaba pájaros que luego se comía una comadreja. Y mi abuelo se enfadaba con mis hermanos y con la comadreja.
Pan con chocolate y rodillas rojas y mi hermano que se se cae a las ortigas de la era aprendiendo a andar en una bici rota. Y a mi hermano. Veo a mi hermano.
Y veo el río en el que yo tampoco aprendí a nadar. Y la roca alargada que, en medio del río, mi madre me decía que era un cocodrilo. Y lo veo, y siento el miedo que me daba la roca, el río y el cocodrilo. Y la trucha. Muerta, gigante y boquiabierta.
El 21 de julio de 1969 dicen que yo vi desde esta escalera hombres bajándose en la luna.
Yo no vi nada, pero lo creo todo porque todo lo siento. Y eso me vale. Y eso me mantiene.
Escuelas de Mijangos, febrero de 2020.