Conozco una estación por la que ya no pasa nada.
Una vía tuerta que nunca supo a dónde mandó sus trenes perdidos.
Y un reloj roto que gotea horas muertas.
Y una sala de espera ciega que amontona en el suelo, todos los billetes de vuelta a casa que nunca usé.
Y no pasa nada por la estación, porque nada pasa.
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Si buscas una estación en la que no pasa nada –si logras encontrarla– estarás solo esperando a nada.
Porque nada viene, nadie se va sobre la vía muerta de los trenes perdidos.
Para no volver a venir de ningún sitio y no tener que volver a marcharte a ningún lado nunca más, busca tu estación.
Sin trenes que esperar, sin nada que perder.
Búscala. Que si la encuentras y esperas, seguramente es que te has encontrado.